sábado, 11 de noviembre de 2017

Anécdota de niñez y adultez


Quiero compartir con ustedes algo que me ocurrió hoy.

Estaba almorzando y en la mesa de enfrente había una señora almorzando con su hijito. El niño le preguntó si le podía dar "ketchup" o mayonesa. —¡Qué mayonesa! ¡No se come mayonesa! ¡Dejá de pedir porquerías! —le respondió ella. Luego el niño terminó de comer y se paró, se acercó a donde están los dulces, alfajores, etc, y volteó a mirar a la mamá—. ¿Qué me mirás? —le dijo ella y el niño le señaló tímidamente algo de entre las golosinas— ¡Pero ya comiste! ¡No te voy a comprar eso! —le respondió ella, mientras él se quedó ahí paradito, mirando las golosinas. La mamá le gritó—: “¡Vení para acá que no te voy a comprar eso! Vení, vení que te pego —repitiendo varias veces la última frase.

De repente, entre el silencio apareció una voz infantil que venía de otra mesa—: ¡Papá! ¿No escuchaste que le dijo ‘vení que te pego’? ¿Cómo le va a pegar por querer un chocolate? —Era otro niño, que estaba sentado en la mesa del lado almorzando con su papá. El padre, sonrojado, le dijo algo al oído y el niño respondió sin ninguna vergüenza en el mismo volumen que antes—: ¿No será que la mamá no tiene plata? ¡Papá, decile que nosotros se lo compramos! ¿No es muy caro, verdad? —Mientras tanto, la señora permanecía callada y con la cabeza agachada (yo no le alcanzaba a ver la cara, me estaba dando la espalda). El papá del niño le volvió a decir algo al oído y este volvió a hablar en su volumen alto e inocente—: Pero papá… ¿Qué le puede hacer un chocolate? No le va a pasar nada si se come uno pequeñito… —Inmediatamente la señora, notoriamente avergonzada, se paró, agarró a su hijo y dejó un billete en la barra sin esperar el vuelto, y salió casi huyendo de la cafetería. Cuando salió, se alivió la tensión y los (pocos) presentes soltamos una risita de complicidad, mientras el padre del niño “cuestionador” abrazó fuertemente a su hijo y lo besó en la cabeza, mientras reía con nosotros.

A pesar de ser consientes de la incómoda situación que vivió la señora, nos reíamos de ver cómo el hijo del señor, con su inocencia, logró cuestionarla y hasta avergonzarla, haciéndole ver que a veces no existe justificación razonable o suficiente para muchas de nuestras actitudes adultas. Muchas veces creemos que le hacemos un bien a nuestros hijos evitando a toda costa cualquier cosa que les pueda “hacer daño”, pero se nos olvida que les hacemos más daño impidiéndoles vivir su niñez. Recordemos que lo que nos hace daño a nosotros (“los años no vienen solos”) no necesariamente les hace daño a ellos, e incluso los puede hacer un poquito más felices. Obviamente todo exceso es malo, pero no lleguemos al extremo de pretender que los niños tengan hábitos de adulto y se comporten como adultos. Para eso ya tendrán bastante tiempo en el futuro.

miércoles, 8 de marzo de 2017

Mi derecho a ser mujer

En algún punto de nuestra historia la mujer pasó de ser la cabeza del grupo, la que tomaba las decisiones importantes, la de manos milagrosas que hacía brotar alimento de la tierra, el ser mágico que podía crear vida en su vientre, a ser considerada un ser inferior que no tenía ninguna autonomía, totalmente dependiente de las decisiones de un hombre. Incluso se llegó a cuestionar si las mujeres teníamos alma o si eramos en realidad una especie de "animales" un poco más avanzados que los demás animales (claramente los hombres no se consideraban animales). Y no olvidemos que en algún momento aquella que se saliera de esos cánones, de ese mundo restringido al que pertenecían las mujeres, era considerada como bruja.

Pero en algún momento, las mujeres decidieron que no querían seguir siendo tratadas como un utensilio más del hogar. Decidieron gritarle al mundo que ellas también tenían criterio y la capacidad de decidir, de discutir, de entender, de elegir. Que podían valerse por sí mismas sin depender otros. Que tenían derecho a trabajar para sí mismas, para ser independientes económicamente, no simplemente para servirle a otros, y que tenían derecho a que se les diera un pago digno por ese trabajo. Más adelante incluso entendieron que su trabajo era tan valioso como el de los hombres, y que el pago por un trabajo debería calcularse por la labor en sí y no por el género del trabajador.

Muchas mujeres lucharon a través de la historia por defender estos derechos que habían sido pisoteados por tanto tiempo. Y no ha sido una lucha fácil, ha sido una historia de grandes logros pero también de grandes tropiezos. Gracias a todas las mujeres que lucharon por nuestros derechos hemos logrado demostrar que somos tan valiosas y tan capaces como los hombres. Antes no podíamos opinar más allá de lo que se hacía en la cocina. Hoy tenemos grandes científicas, médicas, ingenieras, políticas, escritoras, artistas, filósofas, abogadas, periodistas, maestras, etc, que han hecho grandes aportes a la humanidad y han demostrado que las mujeres somos mucho más de lo que creían que eramos, o mejor, de lo que nos permitían ser.

Hoy conmemoramos la lucha por nuestros derechos y la de aquellas que han dado hasta su vida por defender lo que hoy tenemos. Y seguiremos luchando mientras aún haya en el mundo mujeres discriminadas, irrespetadas, explotadas, maltratadas. Aún falta mucho, es cierto. Aún muchos hombres piensan que somos seres inferiores sin alma, que sólo existimos para servirles y complacerles en todo sentido. Aún muchas empresas se hacen las de la vista gorda, y por el mismo trabajo dan un pago diferente a hombres y mujeres. Aún existen familias que le inculcan a sus hijas la "importancia" de conseguir marido que las saque adelante, nada de estudiar ni de ser profesional, ni ser independiente (no confundir "independencia" con "soltería", hablo de independencia económica y de toma de decisiones). Aún hay mujeres que creen que deben depender de un hombre y no valoran sus capacidades ni las explotan.

Aún falta, pero el camino sigue. No nos detengamos, aún podemos seguir adelante. Pongan su cabeza en alto, sin miedo, y caminen a paso firme, porque quien lucha alcanza. No permitamos que nadie nos pisotee. No permitamos que nadie hable por nosotras. Tenemos derecho a decidir, a elegir, a ser escuchadas y sobre todo, a ser respetadas. Celebren hoy nuestra lucha y sientan el orgullo de ser mujer. Feliz día.