martes, 5 de mayo de 2015

Eri

El adiós que no quiero dar...

Hoy al despertar sentí un profundo dolor en mi pecho. Un profundo dolor, tan profundo, que más bien parecía vacío. Un doloroso vacío. Mis ojos estaban cansados y mi respiración profunda. Con cada inspiración, que más bien parecía suspiro, sentía cómo el aire entraba lentamente a mis pulmones y dolía. Dolía hasta lo más profundo de mi alma. Así me levanté, después de todo un día de llanto, con la esperanza de que todo fuese una pesadilla. Pero en pocos segundos fui consciente de que había sido real. 

Es así como empezó mi primer día sin ti, mi amiga sonriente y de carácter fuerte como roca, que disfrutaba de la vida como si fuera su mejor obra de arte. Aquel arte que con tus manos construías cada día, y que todos a tu alrededor admirábamos. Tenías manos prodigiosas, que sólo podían dibujar y crear obras perfectas. 

No puedo sacarte de mi cabeza y no logro entender lo que pasaba por la tuya en el momento en que tomaste la decisión más radical que hayas tomado en tu corta vida. No lo entiendo y nunca lo entenderé. Y tampoco entenderé por qué no me buscaste. Sabías que podías contar conmigo siempre, para lo que fuera. Tú sabías que podías llamarme y yo saldría corriendo a buscarte, a la hora que fuera. Tú sabías que podías llorar en mi hombro, por el motivo que fuera. Pero no lo hiciste... No me buscaste ni me llamaste. Nunca supe lo que estabas sintiendo. Nadie lo sabía. Sólo tú conocías el sufrimiento por el que pasabas y no quisiste compartirlo con nadie. Esa fue tu decisión, pero jamás la entenderé.

No sé si este vacío algún día deje de doler. Sólo sé que siempre permanecerá vacío. No sé cuánto durarán las noches como la de anoche, en las que el sueño y el cansancio no pudieron vencer a la tristeza. No sé si algún día sabremos lo que pasó. No sé si algún día lo entenderé. No sé. Tengo tantas preguntas y tú me dejaste tan pocas respuestas...

No sé si fue un acto egoísta o cobarde, o quizá desesperado. No tengo ningún derecho a juzgarte. Sólo espero que hayas encontrado el descanso que buscabas. Sólo me queda rogarle a Dios para que le permita a tu alma descansar en paz. Sólo espero que algún día mi corazón destrozado pueda sanar. 

Nunca te lo dije, pero te quiero, amiga. Nunca te irás de mi corazón. Nunca te fuiste.