lunes, 13 de febrero de 2012

La primera vez que fui al estadio

La siguiente entrada la escribo en respuesta a la iniciativa de Millonarios FC para el regreso de las familias al estadio. La idea no es hablar de las cosas malas, sino de todo aquello que nos motive a ir en familia a celebrar la fiesta del fútbol.


... Siempre, cada vez que entro al Campín, 
recuerdo ese gran día: la primera 
vez que fui al estadio.

Recuerdo ese día tan claramente como recuerdo todo momento importante de mi vida. Como el día que entré al colegio, el día que me gradué, el día que encontré mi primer fósil, o el día que se me cayó mi primer diente de leche.

Todo comenzó con la gran noticia, o mejor, la gran invitación. Siempre soñé con ese momento. Nunca antes había ido, porque supuestamente era "peligroso" y mi mamá siempre decía que debía esperar a ser "más grande". Cada vez me hacía más grande y el día no llegaba (además nunca tuve compañía para ir). Se había difundido la noticia: el River Plate de Argentina vendría a jugar un partido amistoso con Millonarios, el 16 de Diciembre de 2004. Era un partido importante, y pensé que (como siempre) lo vería por televisión (sola). Ese día mis primos me contaron sus intenciones:  Vamos a ir al partido de Millos contra River, ¿quieres venir con nosotros? Con una sonrisa en el rostro y mis ojos comenzando a humedecerse, grité:  ¡SIIII!!!! 

No lo podía creer. Por fin los vería en persona. No más pantalla chica. Millos estaría a tan sólo unos metros de distancia y yo sería la persona más feliz del planeta.

El gran día llegó. Desde que desperté contaba los minutos y segundos para ir al estadio. Buscaba en mi armario el atuendo perfecto para esa gran gala. Todo el tiempo llamaba a casa de mi tía para ultimar detalles. Con cada hora que pasaba mi corazón latía más fuerte.

Finalmente llegó la hora. Nos encontramos todos y salimos hacia el Estadio Nemesio Camacho El Campín. Al llegar allí, la sensación fue de alegría total mezclada con muchos nervios. Estaba realmente emocionada. Tantas veces pasé frente al estadio anhelando el día que pudiera entrar a ver a Millonarios... Ese día por fin había llegado.

Recuerdo que estábamos algo preocupados porque llegábamos un poco tarde y sería difícil encontrar lugar para 7. A medida que atravesaba las puertas del Campín la emoción aumentaba. Mi pulso se aceleraba mientras subía los escalones que conducen a la tribuna y sentía el movimiento del estadio, que vibraba al ritmo de los saltos, los bombos, los redoblantes y los cantos de los hinchas.

De repente una fuerte luz me enceguece. Entro y ante mí aparece resplandeciente el gran estadio, como una aparición milagrosa, bañado en camisetas azules. No era el cielo ni un sueño, aunque yo me sentía en el paraíso. De repente, con el pulso acelerado, mi corazón finalmente estalló de júbilo y comencé a cantar y saltar. Ese fue uno de los días más felices de mi vida.

Cuando por fin aterricé y entendí que estaba viviendo la realidad, recordé las palabras de mi madre, cuando me hablaba de lo peligroso que era ir al estadio. Miraba a mi alrededor y veía tantos rostros felices, a mi familia saltando, a padres abrazando a sus hijos, a chicos cantando juntos sin siquiera conocerse... ¿Qué de peligroso habría en eso? Eran tan sólo almas felices reunidas en un lugar por un motivo en común: EL AMOR AL FÚTBOL.


Mensaje para los padres: tal vez si acompañamos a nuestros hijos al estadio, ellos no tendrán que buscar la manera de ir solos, o peor, en mala compañía. Enséñales a ver y disfrutar el fútbol. ¿Qué mejor compañía que la familia? No permitamos que la fiesta del fútbol se convierta en tristeza.