lunes, 17 de enero de 2011

El trabajo indefinido de la libertad



La verdad a cerca de la perfección humana no está en los libros
sagrados, ni en la biblioteca de Alejandría, sino en la subjetividad
de los hombres y en la sabiduría de su propia  plenitud…
Catalina Suárez

 A través de la historia, el hombre se ha hecho muchas preguntas, incluso antes de la historia, antes de que el hombre aprendiera un lenguaje claro y a escribir, han surgido una serie de interrogantes, cada vez más profundos, que tal vez no hayan sido resueltos, y que en pocas palabras, los filósofos se han encargado de “acomodar” para hacer que estos problemas sean más fáciles de resolver, y así no haya una solución, lograr que muchas de estas preguntas sean “pensables” y “manejables” para la mente de los seres humanos, o quizás tan sólo de los mismos filósofos. Y aunque parezca perder el tiempo en cosas que no valen la pena, analizar una pregunta como “¿qué es pensar? o ¿qué es el ser?, no es tarea fácil e implica mucho tiempo y paciencia. Tal es el caso de la pregunta ¿qué es la ilustración? o mejor, en la perspectiva kantiana planteada por Foucault, ¿qué nos impide ser ilustrados? o ¿qué es ser ilustrado?, son diferentes formas de llegar a un solo problema, que tal vez muchos de nosotros al leer a Foucault, hayamos pensado que nunca se había pasado por nuestras cabezas. Pero agregando a lo mencionado anteriormente, la forma como los filósofos plantean los interrogantes, no es precisamente la forma como surgen en todos los seres humanos, y solo al profundizar en estos, encontramos que alguna vez ideas similares habían pasado por nuestras mentes, y con esto podemos lograr un mejor entendimiento de dichas incógnitas.

 A través de mi historia, incluso antes de leer a Foucault, he pensado muchas veces a cerca de la perfección humana y de la sabiduría de las personas y he llegado muchas veces a un mismo punto: que la perfección humana llega cuando se es una persona completa, integra, que la sabiduría no es solo tener muchos conocimientos, sino aplicarlos, no solo en la solución de problemas matemáticos, también en la vida cotidiana, en la actitud frente a los demás y frente a ciertas situaciones, el carácter, e incluso en la propia personalidad, en suma, la forma de ser para nosotros y para el mundo: Ser sabio tanto intelectualmente, como sentimentalmente, moralmente y actitudinalmente. Ser perfecto y ser ilustrado implican ser subjetivo, es decir, ser sujetos de nuestro saber, y sujetos morales de nuestras acciones.

 Muchas personas me admiran por mi inteligencia, por la gran capacidad que tengo para desempeñarme en muchas cosas que ni siquiera me gustan, pero se me facilitan, también por mi sinceridad, y mi facilidad para hacer amigos. Muchos (como mi mamá) me ven como alguien “perfecto”, como un ser omnipotente, del que es imposible aceptar un error, y del que solo se espera lo mejor. Para unos cuantos, si la característica fundamental que debe tener un estudiante para graduarse fuera el “ser ilustrado”, yo me graduaría con honores, porque para ellos ejerzo “una actitud crítica sobre lo que somos”, soy ilustrada porque cumplo con los requerimientos que debe tener un ser ilustrado; para mí esas son patrañas, porque nadie más que yo me conoce y sabe que nada de eso es cierto, o por lo menos no todo, y si de ser ilustrado se trata, me hace falta cumplir muchos de los requisitos que esto involucra. ¿De qué me sirve haber estudiado en una buena universidad o ser una buena investigadora, si no puedo de ser tolerante con los demás o si me dejo manipular por las normas de la sociedad cuando esto me perjudica porque me es difícil defender mi criterio, mi forma de ver el mundo, de pensar y sentir, y permito que estas reglas hagan parte de mis decisiones y pisoteen lo que realmente soy, o en términos de Kant, que estas me impidan ser ilustrada?; no soy capaz de ver el límite entre la responsabilidad y la exageración, tengo una actitud crítica frente a los demás pero no frente a mí misma.

 Puede que ante a los demás yo sea la niña inteligente que no tiene problemas porque todo lo puede y nada le sale mal, pero para hablar de mí tendrían que conocer a la no tan niña a quien los golpes que le ha dado la vida no le han servido para adquirir experiencia, levantarse y aprender de sus errores, porque cuando quiere continuar su camino, hay una inmensa fuerza que no la deja ponerse de pié, que la hace caminar agachada y muy lento, contra la que solo alguien realmente ilustrado podría luchar, o no tanto alguien ilustrado, mejor alguien muy fuerte (aunque para mí, un ilustrado debe tener fortaleza espiritual, moral y en todos los sentidos), que sea capaz de llevar esa gran carga que le ha sido destinada para llevar tal vez toda su vida, o quizás hasta que aprenda a controlarla.

 Es posible que algún día llegue a ser alguien ilustrado, pero si en este momento me preguntan si lo soy, mi respuesta es definitivamente NO. Todos estamos en el proceso hacia la ilustración, y el paso fundamental para llegar allí es reconocer qué es lo que nos impide ser ilustrados para eliminarlo y comenzar a ver y entender el mundo de otra manera: la ilustración es como esa luz que debemos seguir cuando vamos en el túnel de la muerte, y a la que logramos llegar si en vida obtuvimos los méritos suficientes, que son las ruedas que nos facilitan llegar a la meta. 

 Ilustrado no es quien lee un libro e inmediatamente adquiere la forma de pensar del escritor, no discute con él, sino que cambia por completo la suya propia, porque cree que quien escribe un libro, solo por hacerlo tiene la razón, es casi un dios o un manual de instrucciones y se olvida totalmente de lo que pensaba antes de leer el libro o conocer al escritor, cambia por completo sus ideas y toma las del autor. Ilustrado tampoco es quien se limita a hacer lo que dicen los demás y no crea una actitud crítica frente a las cosas, no aprende a utilizar adecuadamente su libertad: no tiene sentido racional hacer lo que me dicen, sin defender lo que yo creo que debo hacer. Pero viendo el otro extremo, ilustrado tampoco es quien hace lo que quiere, pasando por encima de los principios universales, o por encima de los demás (una incluye a la otra). Un ser ilustrado usa convenientemente su libertad, y la crítica juega un papel fundamental en la ilustración, porque esta, como lo dice Foucault, “busca reactivar, tan lejos y tan largamente como sea posible, el trabajo indefinido de la libertad”.

 En mis propios términos podríamos decir que un ser ilustrado es quien sabe cómo vivir, y sin necesidad de ser un “sabelotodo”, sabe todo sobre cómo utilizar su libertad y en qué medida seguir las normas establecidas por la sociedad, y en otros términos, sabe cómo tener independencia frente a las relaciones de poder, tiene la capacidad de desligarse de estas, tiene dominio de las relaciones con las cosas, con los demás y consigo mismo. Para mí, llegar a ser ilustrado es llegar a una “perfección adecuada”, es decir, ser perfecto, no en el sentido de ser más o mejor que los demás, sino en el de llevar un equilibrio constante de todas las piezas fundamentales que existen en el rompecabezas de la vida del ser humano. Ser ilustrado es obtener una sabiduría absoluta, es decir, no solo cognitiva, sino también sentimental, moral, ética, crítica, de actitud ante los demás y ante sí mismo, y en fin, de todo lo que involucra la vida del hombre, ese “ser racional por conveniencia”.



Inspirada en los textos de Kant y Foucault acerca de ¿qué es la Ilustración?

1 comentario:

  1. cata:

    Muy bacana tu manera de ver las cosas... Esa forma descomplicada, tolerante y respetuosa del medio que nos rodea, es la que necesitamos no solo en Colombia sino en todas las latitudes... deberías echarle una leída a Émile Cioran (Adios a la filosofía y otros textos, El crepúsculo del pensamiento, Ejercicios de admiración, entre otros).

    Hasta siempre!

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